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llorada y carbajedo

Desfile cabijero

Desfile cabijero

 

Desfile cabijero (Carbajedo)

 

   Un, dos, a La Collada

   Un, dos, a La Collada

    La Collada es la loma que limita el valle del pueblo y el de, en aquella época, las tierras de Matahaces y el propio monte que lleva ese nombre. Sale de la mitad de la falda de Peña Yen y va en pequeño arco hasta adentrarse en las matas del monte mencionado.

   Se subía hacia El Valle y nada más pasar las eras y el reguero se giraba a la derecha por las lomas de unos arenales hacia el Campo Santo, cementerio o Prao San Martín (1), para sin perderlo de vista llegar hasta cerca de su puerta donde, por curiosidad y por si acaso, nos asomábamos con un poco de recelo por la ventanita para confirmarnos que no había nadie, procurando por supuesto no perder de vista ninguna piedra del ya caserón derruido de entrada donde antiguamente se enterraba a suicidas y demás gente mala. Luego durante unos cuantos pasos más, hasta llegar de nuevo al camino de Los Barriales de arriba o de Matahaces, vigilábamos de soslayo, disimuladamente, como si no mirásemos, pero sí; vamos, para que “ellos” no se diesen cuenta, o bien para no mirarles a la cara por si los asustados éramos nosotros. Así que con estos pensamientos ya solo nos quedaban cincuenta metros hasta el otero final donde buscábamos nuestra casa y disfrutábamos, algunas tardes, de la magnífica vista del pueblo y de los picos de Los Janos a Peña Verde y Cerroso, mas los lugares de nuestros juegos: Canto La Piedra, Las Regadas, La Cañada, Canto El Burro, La Cuesta, El Ribero, Sierra La Cruz y un largo etcétera.

    La Collada era un lugar emblemático y atrayente lo mismo que el Canto San Martín y Cotomanombre por ser oteros fácilmente accesibles y con bella vista de Argovejo. Desde los dos primeros podías divisar y observar a la gente del pueblo y al mismo tiempo también ser observado. El último altozano respiraba más sosiego, soledad  y sombrío por su lejanía.

    Un, dos, a La Collada

    Un, dos, a La Collada

    En la recién estrenada Democracia, el primer día de estar en el cuartel, un subteniente nos dijo:

    - “Ahora ya no os salva nadie. Lo único para libraros de la mili es solicitar la incorporación a la Guardia civil”.

    Muchos años antes, en la Dictadura y en mi primer año de escuela, otra persona, con el auto título de Capitán, pero de sobrenombre “El Maestro”, nos formó disciplinariamente en La Plaza en columna de a dos, nueve por fila. Nos da las instrucciones, altanero, como siempre. Habla de nariz y tartamudea un poco. Tiene una vara de avellano en la mano derecha que le hace de sable. En realidad de sable desenfundado cuando lo llevaba hacia delante y de mosquetón cuando lo apoyaba en el hombro al desfilar. Ensayamos los primeros movimientos y al final realizamos la marcha definitiva.

   ¡Jamás había vivido tal experiencia!. Ahora que ya no me pueden arrestar diré que en principio no me gustó ese juego, pero cambié de opinión al llegar a la altura de las casas de Tiófilo y Ninfa por los comentarios y alabanzas que nos dirigían. Todavía me veo a metro y medio por encima de nuestras cabezas, dentro de la fila izquierda, hacia el final, desfilando por delante de la casa de Don Lucas, con orgullo, pecho fuera, cabeza erguida, elevando rítmicamente  cada mano a la altura del pecho, marcando el paso y repitiendo a coro continuamente:

    -  “Un, dos, a-lá collada,

         un, dos, a-lá collada…

    En esta ocasión era de tarde y por más señas Domingo. Hacía un sol espléndido y sereno. Se nos oía bien pues salió gente de casa de Tiófilo, que como siempre la mayoría estaban sentados en los poyos de la vestecha de entrada en el corral (2). Aquí nos dio el alto y quedamos firmes. Salió Chuche de casa de Ninfa (3); pasamos por delante de la de Margarita (4), seguimos por la de Justa que estaba detrás del cuarterón de la puerta (no recuerdo en esta ocasión que estuviese Fidel por allí) (5), hasta alcanzar la del Señor Cura y Camila (6). Otra parada para reorganizar y guardar distancia con los dedos de la derecha en el hombro del precedente y firmes. Ensayamos varias veces el saludo con los dedos a la sien, en deferencia a la autoridad que representaba el  Sr. cura. Don Lucas estaba muy sonriente y algo habló con nuestro Capitán que no alcancé a escuchar, pero ahora también reía nuestro jefe y le dio fuerzas para ordenar la marcha más altanero, arrogante y marcial..

- "¡Ennn marcha!"

-  “Un, dos, a-lá collada,

      un, dos, a-lá collada…

   Recuerdo que nos seguían algunos vecinos y sus comentarios eran de aprobación y admiración.

    - ¡Qué bien!, ¡Qué bien lo hacen!

    Entiendo que no era para menos pues “El Maestro”, recién salido de la escuela, aun no había ido a la milicia y lo hacía como un profesional.

      Continuamos calle abajo,

    -  “Un, dos, a-lá collada,

          un, dos, a-lá collada…“,

que en este caso ya ascendía, al lado de la casa de Julia (7) que también estaba a la entrada de su corral junto con Montse (8) y Agustín a la entrada de casa al fondo caminando hacia nosotros. No se veía a nadie por la calle de abajo hacia la  de Ustasio (Eustasio) así que subimos al Cantón, por la de Prudencio, con Engracia fuera y Aurora, David, su padre y su tía dentro de la sombra de los soportales; seguimos por delante de la de “la señorita Bertila” (9) que nos observó  a través de la ventana de su cocina, hasta la de Félix (10).

   - "¡Alllltó!

Nuestro Capitán habló con los dos de cabeza referente al camino a tomar y al final dimos la vuelta puesto que ya no se veían espectadores ni en casa de Mariuca, ni en la de Pidio (11), ni se oía gente en la calle que tira para el río, hacia las casas de Tío Miliano (12) y Leandro (13) ni por la otra calleja que bajaba a casa de Jesusa donde vivía con Cayo y Chuche. Y por “El Camino Encima” (ya sin público) pasando por la escuela y la casa de Orencio (14) hasta la de Goya que también salió a la puerta al oír la desbandada (15). Aquí

    - ¡Rompan filas!

    Y se acabó. Todos de nuevo saltando y voceando por el Caserón para La plaza.

    Años más tarde recuerdo que me sirvió esa lección inicial para ya tener que desfilar en fila de a ocho y en primera línea.

… y el sargento pregonaba:

    - “Un, dos, mucho tacón.

         un, dos, mucho tacón…

… Y yo me evadía viendo otro desfile en las calles de mi pueblo, con Miguel de capitán, (16) a Carlos y Daniel en primera línea, Santos, José Mary, Evaristo, Pedro, Ángel, Toño, Pedrito, Mili y a los más pequeños entre los que me encontraba hacia el final de la fila izquierda y en mi interior contestaba:

    - “Un, dos, a-lá collada,

         un, dos, a-lá collada…

 

 

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(1) San Martín, parece ser que en su tiempo (La alta Edad Media) con iglesia o ermita y alguna casa. Es decir, una de las cuatro aldeas desaparecidas del término de Argovejo junto con San Juliano (por posible derrumbe o sepultado por alguna muelda o avalancha de tierra), San Martín de Pereda que fue la que más duró y mayor que las otras tres y otra en El Cañal. Todas posteriores a la aldea o castro preromano que existió en El Castro

(2) Tiófilo: Teófilo y Sabina, padres de Eloy -después marido de Dina (Digna)- y Pepe – después marido de Manolita- (que se parecían), Julita y Toña

(3) Chuche y Nati, padres de Jesús, Fonso y Rafa. Chuche era hijo del maestro D. Honorio.

(4) Margarita y Luis , padres de las gemelas Mary Luz y Milagros y de Luisín. Vivía con ellos Luz, hermana de Margarita.

(5) La tía Justa, viuda del padre de Fidel

(6) Don Lucas, el cura del pueblo y Camila sobrina y “El ama del cura”

(7) Julia, madre de una o dos monjas y de Montse

(8) Montse, hija de Julia y mujer de Agustín. Hijo José Antonio y demás que no conozco

(9) Prudencio, padre de Aurora, Engracia y David y el nieto, que también estaba en el desfile, Miguel Angel (Caqui en aquel tiempo, ahora igual es con K)

(9) Bertila: De edad avanzada, quería que la llamásemos Señorita Bertila porque era soltera. Persona inteligente, culta y peculiar. Vivía con su hermano Avelino también soltero. En las pillerías de entonces le tocábamos el hermoso aldabón de la puerta (una mano con una bola) y nos escondíamos.

(10) Félix y Oliva: padres de Vidines (Ovidio).

(11) Pidio: Elpidio y Leocadia, padres de Honorina (madre de Toña), Honorino y Angel que yo conociese.

 (12) Tío Miliano:  Hijos más conocidos son Emilio (casado con Oliva), Dario, entonces soltero, Pepe (casado con Irene y padres de Pepín el de el bar), Pilar (madre de Piedi - que casó después con  Pedro el de Emiliano y Teresa-, Jesús Eloy y Juanjo), Paca y Anselmo, entonces solteros

(13) Leandro: Padre de Ángel (después se casó con Paca) y Leandrín

El Camino Encima: la calle El Sol

(14) Orencio y Sara, padres de José Mary, Begoña, Carmina, Arturo, Laura y una o dos chicas más que no conozco.

(15) Goya (Gregoria) y Amancio, padres de Orencio, Gloria (madre de Pepín y Eli), Keti (Enriqueta), etc. No sé de quién es esta casa ahora, pero al lado debió de hacer otra nueva una de las mellizas de Margarita.

 

(16) El primer súbdito de “El maestro” por edad sería su primo Juan el de Miliano, pero no estaba, por lo que sería o Junio o  mediados de Septiembre, ya estudiando.

Miguel Peñacorada, hijo de Orio y Mila, hermano menor de Santiago, Floro y Pedrín (Pedro)

Carlos, hijo de Avelino y Patro, hermano de Gerardo, Loli, Angel y Sara

Daniel, hijo de Pepe Gómez y María, hermano de Mary Paz, Charo, Ovidio, Jesús e Inés

Santos, hijo de José y Delfina, el hermano mayor se llamaba Tibo que sufría alguna delpresión. Vivían al lado de El Pozo Regalao, hoy es jardín de la casa de Pedro Peñacorada.

Ángel, de Avelino y Patro. Hoy marido de Ana Mary la de Araceli

José Mary, hijo de Orencio y Sara

Evaristo, hijo de Elias (el madreñero) y Aurora. Su hermano más conocido era Elias, casado con  Gloria la de Goya, padres de Eli y Pepe.

Pedro, hijo de Emiliano y Teresa, hermano de Elvira, Tina (monja), Berta, Juan, Tere y Mili. Se casó muchos años después con Piedi

Toño, de Emilio y Oliva, hermano de Carmina, María Luisa, Nieves, Carlos, Mili y Olivina

Pedrito, de Marciano y Maxi, hermano de Amparito

Mili, de Emiliano y Teresa

 

Dedicado a Nacho Peñacorada al que no conozco: Promesa cumplida.

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