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llorada y carbajedo

Los machos cabríos (Carbajedo)

Los machos cabríos (Carbajedo)

Aquel año nos tocó cuidar en nuestra casa a dos machos cabríos (su nombre también es cabrones, pero todavía suena muy mal), de seis u ocho que había comprado el pueblo en Valdeón.

Eran fuertes, con una cornamenta descomunal, un poco en caracol y bastante abierta, no la clásica de las cabras elegante y puntiaguda hacia atrás, y unas barbas hermosas que más tarde (en aquel tiempo no sabía que existían) me recordaron a los chinos de las películas.

Como todos los años daban mucho respeto (en aquellos tiempos léase miedo-cariño-respeto-admiración). Como otros acontecimientos clásicos que ocurrían a lo largo del año - la llegada de la cigüeña, la primera salida de las beceras, arar las tierras, llegada de las merinas, las flores a la Virgen, el fin de la escuela, el día de S. Pedro y la leche en las eras, la hierba, la trilla, la canaliega, la fiesta de Crémenes y la luche, el día de Pereda y Peredina, la hoja, el primer día de escuela, la leña, las patatas, la Chosca, la nieve, la marcha de las merinas, la matanza, Nochebuena, Reyes, los aguinaldos - también la llegada de estos animales era acontecimiento y si encima le tocaba a la propia casa guardarlos ese año pues más aun.

Aquel día estaban con las cabras, todavía sin recoger, por la plazoleta de delante de casa, junto con las de Milde y Orio. Salí fuera y les vi delante de la cuadra de las cabras y ovejas de la primera, más allá de la ventana de la cocina de Mila, por un lado y de la Calleja por el otro. Uno era marrón brillante y otro blanco con muchas manchas grises. Entonces quise burlarme un poco de ellos ahora que no me veía nadie. Probé lo que en juegos me habían enseñado los chicos mayores. Extendí los brazos hacia delante provocándoles con las manos hacia arriba. Me miraban, pero como no hacían caso me acerqué un poco más y entonces ya lo entendieron, agacharon la cabeza, las barbas cerca del suelo y nada más empezar el galope hacia mi, corrí dentro de casa y cerré la puerta. La volví a abrir despacio y estaban cerca esperándome, así que torné a cerrar la puerta. Pasé a la cocina a vigilarlos por la ventana y cuando vi que se habían alejado un poco volví a abrir de nuevo y retorné a repetir la misma acción, con la consecuente reacción por parte de ellos, por lo que terminé  escondiéndome en casa. Después ya me esperaban cerca, pero les incitaba con la puerta entreabierta, hasta que uno golpeó la puerta, me dio miedo y ya no volví a provocarlos.

En algo me habría distraído yo, pues ya había olvidado el asunto cuando mi madre me dijo que recogiese las cabras. (Normalmente era tarea que los pequeños lo hiciesen con algún otro hermano, pero como era bastante habitual también nos atrevíamos solos con cinco o seis años). Salí y con una vara de detrás de la puerta fui dirigiendo para el corral y cuadra a cabras y machos, cuando cerca de la cuadra oigo una pequeña carrera detrás de mí, siento un fuerte golpe en el culo, me elevo por el aire y aterrizo un poco más adelante. Cuando abro los ojos y quiero levantarme veo unas barbas blanco-ceniza rozando mi cara, unos ojos redondos enfadados, unos grandes cuernos a los que no veía los extremos y continuamente me daba con el canto de la frente y nariz pequeños golpes en el pecho. Entonces me asusté y empecé a lloriquear y a gritar:

- ¡mama!, ¡maamaaa!, ¡maamaaaaaa!

Más tarde pensé en la forma que tienen estos animales de pelearse (mocharse, decíamos). Levantan las patas delanteras para tomar mas fuerza y dejan caer la cabeza para dar fuerte con los cuernos al otro animal. Lo hacen los machos y también entre las cabras. Si en ese momento aquel macho lo llega a hacer de esta forma podría haberme pisado y las pezuñas me hubiesen hecho mas pupa, pero no, solamente no dejaba de darme como he explicado.

Sale mi madre por la puerta lateral del corral y se asusta mucho al ver el panorama

- ¡Ay! ¡Que me lo mata!, …¡Me lo mata!

- ¡No mama, que estoy vivo! – recuerdo que decía yo debajo del bicho.

Y se acabó. Cogió una vara del primer ramasco que encontró y me lo quitó de encima.

Prometo que no lo he vuelto a hacer.

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